dc.description | Camilo Maccise constituido ya como un clásico de la espiritualidad latinoamericana y ahora Maestro general de los carmelitas, nos introduce en el tema con una visión de conjunto, invitándonos a “aprender a orar en el compromiso de la evangelización liberadora”, la típicamente latinoamericana.
A continuación transcribimos integra la introducción que el hizo a este su artículo:
Todo proceso renovador trae consigo crisis de valores y de estilos de vida en busca de nuevas síntesis existenciales capaces de responder a los desafíos de la historia.
América Latina está viviendo ese tipo de proceso que cuestiona, a todos los niveles, sistemas, estructuras, prácticas.
La toma de conciencia de los cambios sociales y culturas de los últimos años y la reflexión teológica sobre el problema de la injusticia social que oprime a nuestros pueblos han puesto en tela de juicio la vivencia tradicional de la fe.
Es normal que en este proceso de búsqueda y reformulación surjan “tensiones en el interior mismo de la Iglesia: tensiones producidas por grupos que o bien enfatizan lo espiritual de su misión, resintiéndose por los trabajos de promoción social, o bien quieren convertir la misión de la Iglesia en un mero trabajo de promoción humana”. (Puebla, 90).
“Después del Vaticano II los cristianos parecen haberse radicalizado en dos posiciones: los carismáticos y los políticos. Los que parecen preocupados de la gloria de Dios, del deber que corresponde al hombre de dar alabanza al Señor. Y los que parecen preocupados de realizar la justicia en la tierra, de luchar para que cada hombre sea verdaderamente hermano y descubra en el amor de sus hermanos, la paternidad de Dios.
Las dos exigencias son justas y son esenciales a un equívoco que no favorece a la evangelización y, a la larga, puede resultar perjudicial. En la primera fila, se refugian fácilmente aquellos que no quieren ser molestados, que hacen ruido y están dispuestos a mover cielos y tierra con tal de no escuchar la voz de Dios: ‘¿Dónde está tu hermano?’ (Gn 4,9). En la segunda, se refugian aquellos que buscan una liberación política como esencial y, poco a poco, vacían el Evangelio del sentido de la cruz y la fe aparece como un medio para encubrir la verdadera intención que es lisa y llanamente política...
El cristiano cree que la liberación que Jesús trajo al hombre es global... Cree que el Señor Jesús es el único Liberador del hombre, que sin él todo el empeño para liberar al hombre está condenado al fracaso. Cree que él será juzgado al final de la vida sobre el amor concreto y activo hacia su hermano (Mt 25)... Las dos alas de los cristianos no pueden unirse por un acuerdo como dos alas de un partido político. Ni por una decisión de obediencia, porque se trata de una mentalidad, de una educación de diferentes maneras de vivir.
Un rico que no quiere cambiar de vida, no puede ser sino un “carismático”. Un muchacho comprometido en un trabajo de barrio no puede ser sino un “político”. La solución la veo únicamente en los “contemplativos”: aquéllos que teniendo una experiencia personal del Señor Jesús, “frecuentándolo”... descubren en la práctica y en concreto la síntesis...” (A. PAOLI, La Contemplación. Bogotá, 1978 7-8).
Nuestro artículo, busca analizar la problemática de la búsqueda de unidad entre oración y compromiso liberador como parte fundamental de una auténtica espiritualidad de la liberación. La oración es una exigencia básica de la vida cristiana. No lo es menos la acción de un amor eficaz. Las síntesis del pasado deben ser repensadas. Nos hace falta encontrar una nueva forma de integrar la oración y el trabajo por la liberación.
El ejemplo de Cristo orante y la constatación del proceso cristiano de la oración nos hacen descubrir la necesidad de conectarla con la realidad.
A propósito de la oración del cristiano, el Documento de Puebla dice que éste “movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él actitud dé alabanza y agradecimiento al Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar comunidad” (Puebla 932).
Esta conexión entre oración y vida se subraya en el mismo documento al hablar de las tendencias de la vida religiosa en América Latina: “Se intenta que la oración llegue a convertirse en actitud de vida, de modo que oración y vida se enriquezcan mutuamente” (n.727). Esta constatación hace ver que la interiorización está íntegramente unida a la existencia: Dios está bien presente en la realidad. Esta se convierte en un lugar de oración: la oración lleva al compromiso y el compromiso cristiano se transforma en oración, en encuentro con Dios.
No sólo debemos descubrir al Señor en la paz y el recogimiento de la oración contemplativa. Necesitamos descubrir también su rostro en la realidad en conflicto, en los problemas sociales, en la angustia de los pobres, en los que deberíamos “reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela” (Puebla, 31),
Una experiencia de Dios en la realidad será el fundamento auténtico para orar con Jesús y como Jesús con las características de la oración cristiana. La meta será lograr integrar nuestra experiencia de Dios y nuestra experiencia de la vida; ser contemplativos en la acción. Tener una experiencia de Dios en la historia y en el hombre que dé sentido a los “tiempos fuertes” de oración: momentos de mayor conciencia de la presencia del Señor; fuente de creatividad evangélica; espacio interior para el encuentro personal e íntimo con el Señor.
Insertamos de último, solo por mero interés antropológico del pensamiento, un fragmento del libro “Carta a los verdaderos contemplativos” de Dom Pedro Casaldáliga que se agregó en este número 65 de Diakonia en la página 115. | |