Quinientos años sembrando el Evangelio no han pasado en vano, sino han dejado una huella profunda en el corazón y en la historia de Guatemala. Nuestra Patria es hoy lo que es por la presencia -por unos aceptada con gozo, por otros rechazada con ira- de los valores y exigencias del Evangelio de Cristo.
Hace algunos años, el papa Juan Pablo II planteó a la Iglesia de América Latina, la urgencia de empeñarse a fondo en una nueva evangelización con método, expresiones y ardor renovados.
Para la Iglesia católica de Guatemala, este reto es una llamada apremiante a esforzarse por lograr tan profunda inculturación del Evangelio, que sea capaz de generar una nueva cultura impregnada de valores cristianos y de promover al hombre y a todos los hombres y mujeres impulsando el desarrollo integral de los diversos pueblos que configuran nuestra nación.
Los obispos guatemaltecos, en comunión con los sacerdotes, religiosos y religiosas, laicos y laicas de nuestras diócesis, en esta hora privilegiada de la historia, asumimos con un renovado entusiasmo el proyecto de la nueva evangelización e invitamos a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a construir una sociedad más justa, humana, fraterna y democrática.
Al reflexionar sobre la presencia histórica de nuestra Iglesia en Guatemala, nos llena de gozo y alegría el don de la fe con que hemos sido enriquecidos; reconocemos y admiramos la gesta extraordinaria de la primera evangelización; humildemente pedimos perdón por los límites y sombras, errores y pecados que se dieron; con esperanza y compromiso nos lanzamos al futuro para realizar la nueva evangelización que -sostenida por las raíces católicas del pueblo y las culturas de Guatemala-, consolide, purifique y haga cada día más patente la presencia del Reino de Dios en nuestra tierra y entre nuestro pueblo.
Estudiando el pasado y aceptando los desafíos del presente, asumimos e impulsamos la nueva evangelización como inculturación de la fe y un proceso efectivo hacia una auténtica pastoral indígena.