Description
Confieso que sentí cierta resistencia a la amable invitación de presentar esta ponencia. La razón de tal resistencia era doble. Por una parte, no conozco la espiritualidad ignaciana más que el jesuita promedio, que hace todos los años sus ejercicios y trata de ser fiel a las constituciones, y nunca he tenido la experiencia de dar los ejercicios a ejercitantes de otra tradición cultural o religiosa. Por otra parte, aunque, como antropólogo de la religión, he debido analizar el problema de la inculturación, mi campo de análisis se ha limitado al mundo latinoamericano, donde hubo más sincretismo que inculturación y donde nunca hubo mucho diálogo interreligioso, ni tampoco ahora debido a la negación del ecumenismo propia de las sectas y de los nuevos movimientos religiosos. Con todo, se me dijo que podía contribuir, al menos, con un planteamiento del tema pensado desde Latinoamérica que fuera punto de partida de los aportes y análisis del grupo. Esto es lo que voy a intentar.
Para plantear el tema, comienzo para recordar el sentido que doy a los términos. Tomo espiritualidad ignaciana en el sentido restringido de la que se manifiesta en los ejercicios. Entiendo por inculturación el proceso por el cual el mensaje eterno y universal de Jesús, dirigido a los hombres de todos los tiempos y de todas las culturas, debe expresarse en las formas culturales propias de dichos hombres. Como se ve, mi definición es muy similar a la del Documento de trabajo sobre la inculturación, preparado por un grupo de expertos jesuitas y remitido a toda la Compañía con una carta del P. Arrupe en 1978. Entiendo por diálogo interreligioso la actitud expresada por el Concilio Vaticano II en su Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, en la que ésta “exhorta a sus hijos a que con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y la vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales, que en ellos existen” (n.2).
La ponencia tendrá tres partes. En la primera, haré una reflexión general sobre la inculturación del evangelio, y en las dos restantes, trataré de responder a dos preguntas complementarias que debe hacerse la Compañía hoy: ¿Cómo dar los ejercicios inculturados, tanto a personas que viven su catolicismo dentro de las distintas “espiritualidades” que conviven en una Iglesia cada vez más pluralista, como a personas de diferentes tradiciones religiosas en un mundo que es cada vez más consciente de su pluralidad religiosa y que exige el diálogo y el respeto mutuo? y ¿cómo apoyar la inculturación de la fe y el diálogo interreligioso, motivados y guiados por los ejercicios?.