| dc.description | Al celebrar los 500 años de evangelización en América Latina, toda la Iglesia del continente está empeñada en realizar una evaluación de la primera evangelización para trazar las perspectivas de futuro, diseñando las líneas maestras de la llamada “nueva evangelización”.
En el balance que se está elaborando, se constata una casi unanimidad en señalar, junto a toda una serie innegable de aspectos positivos, algunos puntos oscuros y sobre todo algunas ausencias, como por ejemplo la de los indios y los negros. Muchas voces se han levantado para cuestionar el lugar opaco y relegado a un segundo término que los representantes de estas razas y etnias ocuparon en la evangelización, más aún la opresión de que fueron víctimas en el decurso de aquel proyecto evangelizador que, a menudo, no consiguió librarse suficientemente de una alianza con el proyecto colonial.
Me gustaría, en este artículo, llamar la atención sobre otra ausencia aún más silenciada hasta hoy: la ausencia de la mujer. Aunque presente y actuante a nivel “subterráneo” en el caminar de la Iglesia, la mujer nunca ha aparecido de manera suficientemente visible en lo que podríamos llamar “primera línea del frente” de la evangelización y proclamación de la Buena Nueva, no sólo en el continente latinoamericano, sino en todo el mundo. Su actuación y su empeño en la difusión del Evangelio no siempre aparecerán ante los ojos de todos, sino apenas a los ojos de Dios.
Hoy, cuando por todas partes se habla de una nueva evangelización, es el momento de rescatar esta situación y sacar a la luz la importancia de la mujer en el trabajo y en la misión primordial de la Iglesia: el anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo a toda criatura. Para ello, voy a considerar la evangelización como un proceso con diferentes etapas a manera de notas diferentes que se entrecruzan y se alternan para damos una misma melodía. Tales etapas son: la escucha de la Palabra, la confesión de fe, el envío en misión y la construcción de la comunidad.
Después de identificar en qué consiste cada etapa, mostraremos cómo, en el Nuevo Testamento, la mujer aparece constantemente presente y de manera destacada, es decir, como desde el primer momento del “acontecimiento” del Evangelio en medio del mundo, la mujer fue íntima y profundamente asociada por el mismo Señor Jesús, el primer evangelizador, y cómo por su respuesta entusiasta y comprometida a este llamado del Señor, la mujer se convierte en pieza fundamental e indispensable de la misión evangelizadora de la primera Iglesia y en la Iglesia de todos los tiempos y lugares, incluidos los nuestros, en vísperas de la conmemoración del V centenario del descubrimiento y evangelización del continente. | |
