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dc.creatorCabarrús, Carlos Rafael
dc.date1992-09
dc.date.accessioned2023-03-22T18:06:25Z
dc.date.available2023-03-22T18:06:25Z
dc.identifierhttp://repositorio.uca.edu.ni/3869/1/Buen%20esp%C3%ADritu%20y%20mal%20esp%C3%ADritu%20en%20situaciones%20espec%C3%ADficas%20de%20la%20Iglesia%20de%20hoy.pdf
dc.identifierCabarrús, Carlos Rafael (1992) Buen espíritu y mal espíritu en situaciones específicas de la Iglesia de hoy. Diakonia (63). pp. 109-150.
dc.identifier.urihttps://hdl.handle.net/20.500.12032/78289
dc.descriptionPese a todos los avances de la civilización, actualmente se cierne sobre el mundo aires de desaliento y muerte como tal vez nunca antes se dieron. Esta sensación, con todo, no es perceptibles para los que van de mal en peor, o como diría Ignacio, de “pecado mortal en pecado mortal”, donde acostumbra “comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y pecados” (EE 314). Nunca, como ahora, tenemos más comunicación internacional. Sin embargo, la información propagada por los medios de comunicación social tiene la capacidad de soslayar la verdadera raíz de los problemas, embotando realmente la conciencia y frenando, por decirlo así, los impulsos de los hombres de “buena voluntad”. Por ejemplo, el comportamiento global de las naciones -solas y en su máximo nivel de representación (ONU)-, salvo muy contadas y honrosas excepciones, aplaudió la guerra del Golfo tragándose la interpretación propuesta por los “señores de este mundo”. Los poderes del “mundo éste”, lo están llevando al desastre ecológico, y fenómenos aparentemente “naturales” como lo ocurrido en Bangladesh no dejan de tener relación con la obligada distribución geográfica de una población depauperada -producto de los capitalismos reates- en busca de sitios para vivir. Las cifras globales de hambre, desnutrición y analfabetismo son espeluznantes, Sólo un pequeño sector, blanco (en su mayoría) y ubicado generalmente en el norte del globo, goza de un lujo y de unas comodidades que hacen todavía más dramático el cuadro total. El proceso de desesperación creciente de los terceros mundos, la intensificación en el mundo desarrollado de los llamados “cuartos mundos”, las situaciones casi límite en que han ido a dar los países del segundo mundo, más la amenaza de destrucción del ecosistema por el plutosistema, y la tranquila inconsciencia con que todo esto es vivido en el primer mundo, no son invitaciones a la satisfacción del que ya ha cumplido la voluntad de Dios o está cumpliendo con ella (Cfr. “Fe y Justicia: Quince años después”, en Informaciones S.J., mayo-junio 1991, pág. 77). La caída de los socialismos del Este, -con todo lo positivo que esto también ha traído- ha generado, sin embargo, un ambiente de victoria en los poderosos postulando casi fatalistamente que la única esperanza del mundo es el sistema capitalista. (Cfr. Centesimus Annus 35). Dentro de este marco histórico de finales de milenio está ubicada la Iglesia, el pueblo de Dios. No puede escapar a todo este ambiente y cae, lamentablemente, en alguna de sus trampas. Tretas que a veces se presentan de forma descarada o de forma más sofisticada, donde se esconde el Enemigo de la “condición humana” bajo el disfraz de Ángel de la luz. Como una vitrina de los aires que se respiran en la Iglesia, nos servimos de la reciente encíclica Centesimus Annus (CA). El objetivo de este trabajo es brindar algunas situaciones específicas en la Iglesia de hoy y descubrir en ellas el “paso de Dios”, para dejamos afectar por El, como el medio seguro de “llevar a los hombres a la vida”, contraponiéndolo con el mal influjo del espíritu mundano en la misma vida eclesial. El grito de los pobres se hace uno solo con el grito de Jesús en la cruz. La humanidad, en su inmensa mayoría, hace un llamado de profunda extrañeza a nosotros y a Dios; un llamado de incrédula tristeza: ¿Por qué nos han abandonado? El objetivo de este trabajo es también develar la confabulación del mal que invade la Iglesia a todos los niveles, para impedir la colaboración con la resurrección de todo este cuerpo herido. Por otra parte, también es rescatar las chispas del Espíritu de Dios que nos invitan a colaborar con el Padre, gracias a la fuerza del Espíritu para resucitar al Hijo. El método que seguiremos será, en primer lugar, topamos con el “mal espíritu”, o “espíritu de mundanización”, en la Iglesia. Pero al hacer esto no inculparemos sólo a los que están en la cabeza, sino también pretendemos generar un examen de conciencia en los que participamos de estos mismos aires y convicciones. La verdad nos hace libres. Sólo en la medida que aceptemos nuestro pecado, como personas de Iglesia y como congregaciones religiosas -en nuestro caso-, podremos caminar en la búsqueda del Espíritu de Dios para, con El, renovar la faz de la tierra. Nuestro camino será encontrar la presencia del mal, estando seguros, que en clara tradición ignaciana, el Espíritu de Dios, obra “contrario modo”. A partir de cómo el mal ataca a la Iglesia de Dios, al pueblo, a las congregaciones religiosas, podremos entresacar por dónde apunta la fuerza de Dios que no se impone, sino que se insinúa dejándonos optar con libertad. Terminamos con unas “reglas” -al modo ignaciano- para sentir desde los pobres la situación del mundo.
dc.formattext
dc.languagees
dc.publisherCentro Ignaciano de Centroamérica
dc.relationhttp://repositorio.uca.edu.ni/3869/
dc.rightscc_by_nc_nd
dc.subject262 Eclesiología
dc.titleBuen espíritu y mal espíritu en situaciones específicas de la Iglesia de hoy
dc.typeArticle
dc.typePeerReviewed


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