Description
El cristianismo fue y será siempre la difícil experiencia de armonizar contrarios. Es la paradoja de la Encamación: la osadía de reconocer en el hombre Jesús la expresión definitiva de Dios. Esta paradoja esencial no podría estar ausente de las expresiones históricas del cristianismo. El hecho cristiano, cómo traducción en la historia de la expresión cristiana, deberá renunciar a la pretensión de las síntesis definitivas, porque llevará siempre las marcas de lo inacabado, de ese equilibrio inestable que introduce la exigencia de descubrir en cada momento de su historia la significación del hecho Jesús.
El actual malestar cristiano responde a uno de esos momentos de ruptura del equilibrio inestable que nunca le han faltado -ni le faltarán- al cristianismo: separación traumatizante respecto a la tradición judaica, primer encuentro con la cultura helenística, laboriosa y paciente construcción del modelo de cristiandad, y crisis de esa síntesis, que por mucho tiempo pareció definitiva. Esta es una primera clave de interpretación.
Pero hay dos reglas esenciales para aplicar esa clase de lectura al actual mal-estar cristiano. Primera: es necesario renunciar a la tranquilidad del equilibrio anterior. Renuncia dolorosa para quien se acostumbró a las certezas absolutas y a la solidez inconmovible de las instituciones cristianas. Segunda: tener presente que todo desequilibrio cristiano proviene de cargar demasiado en uno de los extremos -el humano o el divino- de la paradoja cristiana. La historia del dogma no deja lugar a duda: las herejías no son tales por lo que quieren defender, sino por lo que acaban olvidando.