dc.description | A pesar de la irrupción de la modernidad y sus transformaciones radicales en todas las esferas de la vida humana, la vida religiosa permanece casi inmutable y uniforme. Marcello de C. Azevedo busca los elementos que caracterizan a la vida religiosa actual. La esperanza teologal y la base teológica aseguran el sentido pleno de la vocación y de la misión de dicha vida consagrada:
El Concilio Vaticano II, a través sobre todo de Lumen Gentium y Perfectae Caritatis, estableció los criterios decisivos para la transformación de la vida religiosa consagrada, en los últimos veinticinco años.
El documento Ecclesiae Sáneme, de Pablo VI, incorporó a los propios Institutos religiosos en el proceso transformador al invitarles a hacer un estudio histórico de sus orígenes y evolución, a una relectura de la intuición fundamental de los respectivos fundadores (personas, carismas y legados), y a una toma de conciencia de la realidad del mundo de hoy donde se ubica la Iglesia. Pablo VI esperaba así nuestra respuesta, religiosos y religiosas de vida apostólica activa, a las necesidades actuales y a las prioridades evangélicas.
La respuesta de los diversos Institutos fue dada en forma de investigaciones históricas y teológicas, de análisis sociológico sobre la realidad interna de las Congregaciones y de la Iglesia, y sobre la multiplicidad de realidades externas y los varios contextos socio-culturales y económico-políticos donde trabajan apostólicamente los Institutos.
Los Capítulos Generales de renovación reunieron, clasificaron y sistematizaron el vasto material presentado por las comunidades de cada Instituto. A partir de ahí, se reelaboraron las nuevas Constituciones, en un proceso cuidadoso y participativo. Se revisaron también los proyectos apostólicos, tanto a lo interno con las transformaciones requeridas en el cuerpo del Instituto, como en lo externo en las orientaciones relativas a su presencia y actuación apostólica para un futuro próximo.
Este artículo tiene en cuenta los resultados de este proceso y, sobre todo, la evolución que se dio en la vida religiosa, en su conjunto, en el tiempo postconciliar, hasta llegar al momento actual caracterizado por los cambios profundos, acelerados y en gran parte imprevistos, para el mundo, la Iglesia y la propia vida consagrada.
La vida religiosa consagrada ha sido una de las formas de vida cristiana que más resistencia ha puesto a las transformaciones profundas a lo largo de su existencia, en especial en este segundo milenio. Durante los últimos cinco siglos, caracterizados por la irrupción de los tiempos modernos y con transformaciones radicales en todas las esferas de la vida humana, la vida religiosa permaneció casi inmutable en general. Sin embargo, después del Concilio, la vida religiosa, especialmente la rama femenina, ha sido una de las modalidades de vocación cristiana en la Iglesia que más se han distinguido en la renovación de enfoque, expresión y actuación apostólica. Señalaré estos cambios en términos correlativos, es decir, no necesariamente comparativos. No pretendo dar juicios de valor, sino constatar la transición efectivamente realizada de un paradigma a otro. Esta correlación nos ayudará a captar mejor los cambios, al situarlos entre el contexto anterior y el actual de la vida religiosa. Expreso tal correlación con las palabras: paso de... a... para llamar la atención en algunos aspectos y enfatizar otros y no necesariamente para contraponer de una manera simple o sustituir el modelo preconciliar por el modelo postconciliar, puesto que de alguna manera ambos coexisten en numerosas Congregaciones. Incluso hay casos aislados o minoritarios en que lo preconciliar prevalece, pero por lo general se ha pasado de los elementos preconciliares a los correspondientes postconciliares.
En el momento presente y en un futuro próximo de la relación Iglesia-mundo, podemos caracterizar la vida religiosa de un modo fundamental aunque no exhaustivo, con los rasgos que a continuación voy a presentar. | |