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Ante el próximo cumplimiento de medio milenio desde la llegada de los españoles al continente americano, denunciamos que lo esencial de aquella relación inicial establecida sobre la conquista, la subyugación, el expolio de las riquezas y la explotación de los seres humanos, se ha prolongado hasta nuestro tiempo...
Ante la próxima celebración del V Centenario que, organizado por el estado español con la complacencia del “Primer Mundo” y de la mayoría de los estados y élites latinoamericanos, se presenta como una evocación del “Encuentro de dos Mundos” en clave de generoso legado cultural a los pueblos indígenas y de incorporación feliz de éstos a la civilización de “Occidente”, y como un proyecto contemporáneo de cooperación y desarrollo en el que el estado español se ofrece como valedor e intermediario de América Latina ante los grandes centros de poder mundiales, manifestamos lo siguiente:
1492 es el origen histórico de la relación “Primer Mundo” - “Tercer Mundo”. Tal relación se inicia con aquel primer contacto entre dos mundos ignorados en el que uno de ellos proclama ante sí mismo, e impone por la fuerza, su derecho providencial e indiscutible a la dominación del otro.
Tras una primera etapa de expolio despiadado en la que el saqueo va acompañado de las formas más extremas de violencia, y en la que se bestializa con la palabra, con el trabajo servil, con la esclavitud y con el desprecio, al ser humano americano, se procede a la reorganización completa del “Nuevo Mundo” al servicio de los intereses europeos.
Tal reorganización acelerada, febril, a la búsqueda insaciable del oro y de la plata que reclaman los mercados europeos, arrastra la desintegración de los modelos de convivencia, de los sistemas económicos y de las organizaciones sociales del mundo indígena. Con el propósito primordial de sometimiento tiene lugar la destrucción sistemática de las culturas originarias.
En todo este proceso, en el que la violencia tiene su función esencial, y la superioridad de civilización y el espíritu de cruzada religiosa sirven de coartada, se produce un genocidio que liquida una experiencia autónoma, creativa y única, de milenios, y uno de los mayores genocidios de la historia humana.
Es completamente falsa la imagen de un mestizaje cultural y racial que, como se está insinuado, fue la consecuencia de una convivencia igualitaria y del desarrollo de la libertad de elección. Mientras las culturas indígenas mantuvieron su fuerza de cohesión y de identificación fueron sistemáticamente perseguidas. La tea y la maza carbonizan y pulverizan los códices y la piedra de los dioses, mientras que toda la inmensa riqueza artística de ornamentos y utensilios son fundidos en lingotes sellados de oro y plata.
La cultura indígena, arrancadas sus raíces, permanece estancada en islotes de marginación o asoma, sobreviviendo clandestina, en la cultura del hombre blanco.