Description
Tres anhelos bullen intensamente en el interior de muchos cristianos de hoy, sobre todo seglares, sacerdotes, religiosas y religiosos consagrados a actividades apostólicas: el deseo de experiencia de Dios, la búsqueda de la unidad en sí mismos y en el conjunto de sus relaciones y la aspiración a una plenitud afectiva que supere los efectos de una acción despersonalizadora y extenuante o de una actividad intelectual árida. Estos anhelos corresponden, de hecho, a tres rasgos de la sociedad actual que son otros tantos desafíos a una vida cristiana en profundidad: la opacidad del mundo (secularización de la sociedad, cultura de la increencia, irrelevancia pública de la religión y de la Iglesia...); la fragmentación de la vida (pluralidad de pertenencias, atomización de compromisos, pluralismo ideológico y eclesial, disgregación interior...); la dureza y frialdad de la vida actual (injusticia, anonimato, economicismo, utilitarismo...) La vida cristiana -vida de solidaridad interhumana en el mundo- ha de ser, sin embargo, experiencia religiosa, debe procurar la unidad en la búsqueda del Reino de Dios, ha de ser vida del corazón. Tal vez la tensión entre las características de nuestra sociedad descritas y las aspiraciones profundas del cristiano expliquen la intensidad de estos anhelos.
Ignacio de Loyola comprendió la vida espiritual como una orientación total de la existencia y no sólo como la ejecución de prácticas espirituales. En consecuencia, sus Ejercicios Espirituales ofrecen una pedagogía que responde plenamente al deseo de vivir la vida entera de forma más religiosa, más unificada, más afectiva. Dedicaré, pues, la mayor parte de este artículo a presentar la pedagogía espiritual de los Ejercicios. Así, en la conclusión, podré deducir una serie de orientaciones que ayuden a prolongar en la vida ordinaria (después del retiro) la sabiduría espiritual práctica que en ellos se propone.