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Pero ¿qué es evangelización? Textualmente significa buen anuncio. Los cristianos comunicamos el buen anuncio que Jesús hizo presente: Dios viene a ejercer su soberanía sobre nosotros, a "reinar" sobre nosotros. Juan también anunciaba la inminencia del reinado de Dios. Él lo concebía como un acto de juicio implacable; la bondad de Dios consistía en enviarlo a él a avisar para que no les tomara de sorpresa y tuvieran ocasión de prepararse. Pero para Jesús Dios no venía a juzgar: amó tanto al mundo que lo envió a él para que el mundo fuera salvo por él. El buen anuncio de Juan consistía en que Dios no venía a juzgar a los pecadores sino a hacerlos justos. En vez de juzgarnos nos hacía gracia. No sólo la gracia de perdonarnos sino la gracia de aliarse para siempre con nosotros. En Jesús, Dios se compromete con nosotros, echa la suerte con nosotros se hace uno de nosotros. El objetivo de esta solidaridad es ante todo salvar lo que estaba perdido, es decir liberarnos y fomentar la vida; pero a fin de cuentas Jesús entra en la familia humana para que nosotros entráramos en su propia familia; y así Jesús, el Hijo único de Dios, se convertía en Primogénito de muchos hermanos, y Dios, en Padre nuestro. Nuestro creador y Señor, en Jesús, se hacía nuestro papá.
Pero este plan de Dios no se proclama como un decreto inapelable que se impone sino, de acuerdo a su contenido, es una propuesta buenísima, inaudita, pero respetuosa, que Dios nos hace. Como le hizo a María. Ella aceptó y recibió. al Dar fe a Dios, la gracia que fue el propio Jesús. No de otro modo se nos hace a cada uno: Dios propone y el hombre dispone. Dios no tiene un sí y un no. Jesús es el sí de Dios entregado a la humanidad de una vez por todas en una alianza eterna; pero está en nosotros el aceptarlo, de nuestra libertad depende el recibirlo.
Esta propuesta no es meramente una propuesta verbal: Jesús hizo presente este hermoso anuncio con su presencia. La palabra de Dios era él en persona. Esta propuesta se realizaba en su vida. Proponía lo que ya acontecía en él. La gracia de Dios que él era se desgranaba ante todo en los encuentros: Recibía incondicionalmente, sin hurgar en el pasado, aceptaba sin ninguna discriminación y quien le abría el corazón resultaba transformado, sanado, esperanzado, perdonado, lleno de paz, habilitado para comunicar esa alegría, esa luz y esa vida recibidas. Esa práctica de Jesús es la que proclaman las parábolas del Reino que lo concebían como una semilla pequeña que silenciosamente se deposita en cada corazón y que, si no es arrancada o sofocada, tiene poder soberano para germinar y dar fruto de vida perdurable.