| dc.description | Articular fe y política liberadora es la exigencia actual de los cristianos, tanto en los niveles de la acción (Praxis) como en la reflexión (teología). Tarea desafiante y acosada de problemas teóricos y prácticos para todo el que lo intente seriamente.
Dos actitudes erróneas cruzan posiciones extremas, a la hora de relacionar fe y política: actitud de repulsa de lo político o la actitud de extravío de la fe.
La primera actitud obedece a esquemas de una fe conservadora que establece ya sea una comprensión alienada de la fe (pretensión de hacer falsamente extraña la fe a la política por considerarla pecaminosa, corrupta, demoníaca, materialista, etc.). O bien, una comprensión dicotómica (se hace una rígida separación de planos, que redunda en beneficio de una política conservadora del sistema y contraria a los cambios, apelando en actitud farisea que la fe no debe intervenir en política).
La segunda actitud recae más bien en los cristianos que actúan en política partidaria, que al hacerlo van perdiendo paulatina o equívocamente la identidad de su fe. Esta situación se provoca ya sea por problemas de secularismo progresista (la fe se hace irrelevante,
sin significado alguno para la praxis y racionalidad de la política), ya por problemas de enjuiciamiento de la fe (las culpas históricas de la fe como un referente de negatividad o necesario de ser rechazado) o, por el deslumbramiento ideológico (la excitante praxis y teoría asumidas se tornan absolutas y la fe es superada por el primado de la ideología que se convierte en el criterio último de juicio inconmovible).
Ante este panorama crítico y de confusiones es necesario plantear, al menos, algunas afirmaciones para el esclarecimiento mínimo de la identidad de la fe en su relación con la realidad de lo político. | |
