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El sentido de esta Comunicación es tomar en serio cierta inquietud que a veces nos acecha. ¿Por qué razón hacemos Ejercicios y las cosas siguen igual? ¿Por qué motivo sale uno de Ejercicios prácticamente como entra? ¿Se pone, por tanto, en cuestión la eficacia de este método ignaciano o son otros elementos los que deben colocarse en tela de juicio?
Vamos a ir analizando diversos aspectos, dejándonos interpelar, hasta llegar a la conclusión que nos parece más certera.
¿Que son los Ejercicios?
Los Ejercicios son una metodología, son un camino de presentación del Evangelio destacando ciertos dinamismos, haciendo énfasis en aspectos concretos o puntuales. Por tanto su eficacia -cuando la tienen- dice relación a la fuerza del mismo Evangelio. El problema, por tanto, es ¿por qué no somos mejores cristianos? Los Ejercicios son una escuela de oración, con una metodología muy elaborada en base a: puntos, modos de orar, examen y discernimiento. Una oración que debería estar orientada toda ella a la vida, a la tarea por realizar dentro del marco del Reino, desde la perspectiva del pedir incesantemente “ser puestos” con el Hijo que carga su cruz. Los Ejercicios nos pueden hacer caminar hasta descubrir cuál es la estrategia de la vida cristiana: la activa pasividad; dejarse llevar, pedir ser puestos con Jesús. Es precisamente en esta táctica donde estaría el éxito de unos Ejercicios. Pero ¿es que ciertamente escuchamos esas exigencias en el texto ignaciano o nos contentamos con dulcificaciones o traducciones sin mordiente? ¿Cómo hemos aguado el texto?
Hacer Ejercicios es emprender un peregrinaje en la búsqueda de la voluntad de Dios, en la senda para lograr una libertad interior que me haga disponible como primer paso, para luego convertirme en un apasionado por el Reino y por el seguimiento de Jesús. Esta disponibilidad sería una condición del buen término de los Ejercicios Espirituales. ¿Con cuánta disposición de ser cuestionados entramos a Ejercicios?