Description
No fue un accidente, no fue una equivocación, no fue una desgracia más, lamentable, pero fortuita. Los mataron por estar en el lugar que debían y haciendo lo que era su deber hacer. Vivían en El Salvador, trabajaban por El Salvador, trabajaban con salvadoreños y para salvadoreños; les tocó compartir la suerte de aquellos para quienes vivían y con quienes convivían. Si resultó sensacional es sólo porque no es normal que un sistema sea tan salvaje que asesine de un golpe seis sacerdotes que, además, dirigen una universidad. En El Salvador ellos, seis sacerdotes, son sólo seis muertos más entre los sacerdotes, religiosos y hasta arzobispos que el régimen ha eliminado, y esto sí normalmente, uno por uno, no en racimo.