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Frente a los católicos, yo les diría. Queridos hermanos. Comprendo la confusión, la diversidad de juicios con que se juzga este hecho que merece la pena analizarlo más a fondo y lo vamos a hacer con todos nuestros sacerdotes. Comprendiendo esta diversidad y juicio, yo les diría, por de pronto, dos cosas, distingamos los tiempos normales de los tiempos de emergencia. En tiempos normales, donde hubiera cauces normales de expresión, las iglesias serían la expresión del sentimiento religioso y nada más.
Pero nuestro tiempo no es normal. Es un tiempo de emergencia. Y así como si por desgracia nos sacudiera un terremoto, las iglesias se abrirían para recoger tantos golpeados y heridos, y nadie diría "es una profanación", también hoy es un tiempo de emergencia y hay que comprender que en tiempos de emergencia no es fácil condenar actos que en tiempos normales sí se pueden condenar.
Pero más a fondo todavía, mi reflexión es ya les decía el gusto que me da contemplar aquí en la Basílica la imagen de una Iglesia peregrina, como la de Cristo cuando quiso quitar a los judíos la mentalidad de un templo material, para traducirlo en la verdadera adoración de Dios.
Uno de nuestros compositores populares, cantando a la muerte, del P. Rafael Palacios, dice esta preciosa frase: "Dios no está en el templo sino en la comunidad". ¡Ustedes son el templo! ¿De qué sirve tener Iglesias bonitas de las cuales podría decir Cristo lo que les dice hoy a los fariseos? "Vuestro culto es vacío". Así resultan muchos cultos lujosos, de muchas flores, de muchas cosas, invitados y demás. Pero ¿dónde está la adoración en espíritu y en verdad? Creo que es para nosotros una lección, queridos hermanos, y yo soy el primero en recibirla y tratar de interpretarla. Tal vez no he sabido cumplir bien con mi deber de sacerdote del culto de Dios. Tal vez, con mis hermanos sacerdotes, hemos hecho consistir el culto en arreglar bien bonito el altar y, tal vez cobrar tarifas más altas, porque se adorna mejor. ¡Hemos comercializado! Por eso Dios, como entrando a Jerusalén con el látigo, nos está diciendo: “Habéis hecho de mi casa de oración una cueva de ladrones”. Todos tenemos que reflexionar. Todos somos culpables. La base nos la ofrece la palabra divina hoy" (2.9.1979).