En "La fuerza de amar", M. L. King nos cuenta un acontecimiento muy significativo en su lucha por los derechos humanos. Después de un día fatigoso, recibió una llamada insultante y amenazadora. Al colgar no pudo ya dormir. Todos los temores se le cayeron encima a la vez. En la cocina, calentando un poco de café, estaba ya a punto de abandonarlo todo. Con la cabeza entre las manos oró en voz alta: "Estoy aquí tomando partido por lo que creo es de justicia, pero ahora tengo miedo. La gente me elige para que los guíe, y si me presento ante ellos falto de fuerza y valor, también ellos se hundirán. Estoy en el límite de mis fuerzas. No me queda nada. He llegado a un punto en que me es totalmente imposible enfrentarme yo solo a todo."
En aquel instante, nos cuenta que experimentó la presencia del Señor como jamás la había experimentado hasta entonces. Podía sentir la seguridad tranquilizadora de una voz que le decía: "Toma partido a favor de la justicia, pronúnciate por la verdad. Dios estará siempre a tu lado". Al momento sintió que sus temores desaparecían. La situación seguía siendo la misma, pero Dios le había dado la tranquilidad interior. Cuando, tres días más tarde, pusieron una bomba en su casa, ni se inmutó.
La experiencia de esta presencia del Señor que fortalece, que ahuyenta los temores, es la manera actual como el Resucitado se sigue haciendo presente entre los suyos para animarles en sus opciones a favor del Evangelio. El tiempo de las apariciones no ha durado sólo cuarenta días, sino que llega hasta nuestros días.