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Mucho se ha escrito sobre la teología de la liberación, tanto para profundizarla como para atacarla. Se ha escrito menos sobre la "espiritualidad de la liberación" aunque están saliendo buenos libros y artículos emanados todos del compromiso con la causa de los pobres. Dentro de este contexto resulta todavía menos común hablar del "Acompañamiento espiritual, como exigencia de una espiritualidad de la liberación". En primer lugar no será fácil descubrir para muchos qué se quiere decir con "acompañamiento espiritual". Usamos ese término para designar lo que en otro tiempo se llamaba "dirección espiritual", pero que lo hemos descartado por sus posibles connotaciones impositivas y paternalistas.
Por otra parte, esto de "dirección espiritual" o con su nueva traducción de "acompañamiento", suena de salida a algo muy vinculado al mundo clerical; es un implemento utilizado, se pensará, principalmente por "monjas y curas"; por tanto, algo como "de lujo" que no está a la disposición de cualquier creyente. También es cierto, que quizás todos han conocido a tal o cual padre que es famoso por sus "dirigidas espirituales", con mucha frecuencia personas todas bastante holgadas en recursos materiales... Esto quizás prejuicie el sentido verdadero que pueda tener el "acompañamiento espiritual".
Nada de "eso" se quiere tratar aquí. Me gustaría que este trabajo pudiera tener como destinatarios principales a mujeres -que están excluidas de las jerarquías religiosas- y laicos -quienes siempre padecen el excesivo paternalismo de la clerecía.
Digo que me encantaría que ellos fueran los que se aprovecharan de este estudio porque estoy seguro que podrían sacar mucho fruto al darse cuenta que es tarea de todo cristiano apoyarse mutuamente en la búsqueda de hacer nuestra respuesta al llamado de Dios, lo más congruentemente posible: "Arrimen todos el hombro y las cargas de los otros, que con eso cumplirán con la ley del Mesías" (Gal 6,2).
Como veremos, nuestra opinión es que el "acompañante espiritual" es una persona -mujer u hombre- cuyas únicas características sean que tenga la habilidad de hacer compañía (ya veremos adelante los requisitos), y que posea "densidad eclesial", lo cual quiere decir que represente de alguna manera la comunidad -en cualquiera de sus niveles- que es la Iglesia. Y esto lo puede personificar cualquier simple fiel, -por el mismo bautismo- siempre que tenga el entrenamiento adecuado.
Nuestro enfoque es que el "acompañamiento espiritual" (AE, de ahora en adelante), sólo se comprende correctamente -en nuestras latitudes- enmarcado dentro de una espiritualidad de la liberación y que en ese sentido se vuelve una exigencia de ella. Es decir, que sólo en la medida en que contemos con alguien que nos acompañe en este caminar tenemos más posibilidades de llegar a puerto. Ya hemos hablado en otra parte de cómo ha surgido en Latinoamérica la necesidad y la peculiaridad del discernimiento; decíamos que era el correlato al análisis de coyuntura tan necesario para poder actuar en un mundo sumamente complejo y donde todo tiene un peso político (cfr. La Osadía de dejarse llevar, Diakonía, 2a ed., Número Especial. Managua, 1987). Para hacer un correcto discernimiento siempre es necesario el cotejar lo que se está analizando con alguien, como decíamos, con "densidad eclesial". En el transcurso del artículo creemos que quedará bastante clara la exigencia de este acompañamiento para el buen caminar en el Espíritu.