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El tema requiere unas explicaciones previas que muestren su trascendencia teológica y hermenéutica y lo planteen con rigor. Porque no sería raro que suscite una sonrisa, entre condescendiente y escéptica, de quien piense que se trata de otra moda; como tampoco sería raro que alguien espere la apologética obligada del teólogo ante las críticas que buena parte del feminismo dirige al cristianismo como legitimador ideológico y moral de la opresión que la mujer sufre en nuestra sociedad.
En buena medida el feminismo está introduciendo un nuevo paradigma científico y, por lo que afecta a nuestro tema, puede hablarse de una hermenéutica feminista de la historia cristiana y de los textos bíblicos. No es una afirmación exagerada. En la actualidad hay una enorme proliferación de estudios sobre la mujer procedentes de todas las ciencias humanas y sociales. También se producen muchos trabajos teológicos y exegéticos, sobre todo en Centroeuropa y Estados Unidos, con frecuencia de auténtico nivel científico y expresiones tales como "teología feminista" y "hermenéutica feminista" están alcanzando reconocimiento incluso académico.
Una hermenéutica feminista es la que plantea a los textos y a la historia las preguntas por la condición de la mujer, por su papel, por sus movimientos de liberación y por su sufrimiento, nos alerta ante dimensiones de la realidad ocultas y ocultadas. Una hermenéutica feminista no es una empresa teórica -para conocer mejor la historia real de las mujeres, sino esencialmente práctica, porque está movida por la voluntad emancipadora en el presente.
Lo que está en juego no es sólo recuperar la historia de las mujeres, sino recuperar el cristianismo primitivo en su conjunto. Lo que se ventila siempre en la emancipación de la mujer es la causa de la integridad de la humanidad. Pienso que el estudio del papel de la mujer ofrece una perspectiva particularmente rica para conocer la naturaleza y evolución de todo el cristianismo primitivo.
Y esto debe interesar no sólo a los que se acercan al fenómeno cristiano como creyentes, sino también a los grupos feministas como tales. No deben éstos renunciar a la importante historia de las mujeres, que se encuentra en las comunidades cristianas de los siglos I-III. Sería un error por su parte aceptar la visión del cristianismo proporcionada por la mentalidad patriarcal y no recuperar las posibilidades liberadoras de tan influyente fenómeno social.