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Imágenes diversas del Dios bíblico
El pueblo de Israel vive la fe en un Dios que se revela, en primer lugar, en la acción, obrando, pero además con palabras humanas, diciéndonos en nuestro lenguaje lo que puede sernos inteligible acerca de su ser. Esto último es lo que se nos narra en el Antiguo Testamento como revelación del nombre de Dios, de Yahvé. A este Dios así conocido es al que Israel, aquel grupo de tribus, dice que SI en tiempos remotos y en torno a cuya fe se constituye y vive como Pueblo de Dios.
Todos tenemos, tal vez, la experiencia de que una lectura sosegada de ambos Testamentos nos deja la impresión de que las concepciones sobre Dios que nos presentan no son siempre homogéneas; las hay distintas y, en ocasiones, algunas nos resultan casi contradictorias. Se habla incluso del "Dios del Antiguo Testamento", al que se representa no pocas veces, en virtud de pasajes e interpretaciones unilaterales, como un Dios justiciero, airado, implacable; un Dios ante quien la actitud fundamental del hombre es el temor. La "Ley del temor" designa en ciertos medios al A.T. A ella se contrapone el N.T. como la "Ley del amor", la que corresponde al Dios revelado en Jesucristo a través de su acción, mandatos y parábolas, manifestaciones todas de su misericordia, perdón y amor.
La verdad es que, si existe un único Dios, aunque misterioso, no puede manifestársenos con actitudes tan opuestas y contradictorias para nosotros, ni su acción en la historia puede ser tan distinta como darían a entender diversos pasajes bíblicos. ¿Será que Dios se ha manifestado con obras y palabras tan diversas porque diversas eran las épocas históricas y distintos los hombres que la vivieron? ¿Eran, pues, aquellas manifestaciones válidas sólo para aquellas épocas lejanas y, consecuentemente, inválidas e inadecuadas para nosotros? ¿Cuál sería entonces el sentido de "revelación" de aquellos pasajes veterotestamentarios que hoy consideraríamos trasnochados?