dc.description | Es para mí motivo de alegría, honor y profunda responsabilidad, el tener nuevamente la oportunidad de encontrarme con Ustedes.
Ya hace un año tuvimos la ocasión de encontrarnos en Esquipulas, tierra de paz y de fe. Entonces quise centrar mi mensaje indicando algunos elementos básicos para la consecución de la anhelada paz. Hacía énfasis particularmente en la necesidad de situarse en un contexto de VERDAD, como medio para establecer un auténtico diálogo que buscara soluciones en un clima de respeto, promoción de la justicia y garantizando las libertades fundamentales.
Aquel era un momento muy especial para Centro América. Casi podríamos hablar de una primavera en la que después de la dureza de sistemas férreos, se soñaba con que, junto con la naciente democracia que se estaba estrenando en algunos de nuestros países, vendría como consecuencia el emprender un camino de reconciliación que últimamente nos llevaría a todos a una paz estable.
El tiempo, sin embargo, ha pasado. Y con el tiempo muchas de las ilusiones se han terminado. A veces en el ánimo de nuestro pueblo, especialmente en las zonas más golpeadas de Centro América, existe la convicción de que toda esta situación no es más que el resultado de un fatal destino en el que, hombre e historia, tienen que plegarse a la fuerza de poderes incontrolables que inexorablemente llevan al dolor, la injusticia, la violencia y la muerte misma.
Es dentro de este panorama sombrío, confuso y marcado por la angustiosa agonía de muchos hermanos nuestros y por la misma cerrazón que se manifiesta cuando se trata de llegar a encontrar soluciones concretas, que ahora me dirijo a Ustedes, Excelentísimos Mandatarios. | |