dc.description | Espiritualidad para los cambios sociales y culturales
Cuando en 1979 los Obispos latinoamericanos convocaron en Puebla a que todos los creyentes del continente aceptaran y asumieran "la causa de los pobres, como si estuviesen aceptando y asumiendo su propia causa, la causa misma de Cristo", en Centroamérica vivimos una hora de gran efervescencia, de mucho sufrimiento, pero de cierta gloria para la causa de los pobres. Era el año en que se iba a producir en Nicaragua el triunfo de una larga lucha popular por la dignidad nacional desde el punto de vista de los pobres. Porque se partía desde sus aspiraciones y desde su masiva participación en la lucha, la dignidad nacional llevaba consigo el compromiso de promover la justicia, de ir derribando los muros de la desigualdad, de ir recuperando la voz y la decisión libre de las mayorías pobres. Movimientos semejantes sacudían con fuerza creciente a los pueblos de El Salvador y Guatemala. Había muchos sufrimientos, pero el caminar valiente de nuestro pueblo estaba lleno de dignidad humana y por tanto, de verdadera gloria, la gloria de responder a la vocación humana y cristiana de hacerse cargo de la historia y de comenzar a forjar una nueva sociedad. Una gloria que, dentro de todas las ambigüedades y miserias de haber tenido que ser perseguida a través de la violencia forzada en último extremo, era sin embargo una de las semillas capaces de poder ir desarrollándose hacia "la plena condición de hijos", hacia el total "rescate de nuestro ser" más allá de la historia en el Reino de Dios apuntado en la esperanza de labrar una tierra mejor (cfr. Rom 8,23).
Todo lo que culminó en 1979 había sido comenzado en Centroamérica antes muchas veces. La situación actual de los símbolos populares indica que, desde el punto de vista de la causa de los pobres, la memoria histórica de los pueblos centroamericanos se había enriquecido con las luchas de Sandino (1926-34), con el levantamiento de los salvadoreños en la insurrección de 1932 y con la década democrático-revolucionaria de Guatemala (1944-54). Pero los últimos veinte años habían constatado un continuo clamor popular de solidaridad, dignidad y justicia y un ascenso creciente de la organización que se iban dando sectores crecientes de las mayorías populares. A ellos se iban adhiriendo grupos de personas nacidos en la abundancia o en la medianía, pero ganados por el grito del pueblo. | |