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Una vez cada cincuenta años resonaba en Israel una trompeta (Yobel) que traía una buena noticia: la devolución de la tierra, la liquidación de las deudas y la liberación de los esclavos (Lev 25). Se recordaba así la gran verdad de que la tierra y las personas tienen por único dueño a Dios, se intentaba reorganizar la sociedad realistamente sobre bases de mayor justicia -aunque el jubileo sólo parcialmente se cumpliera- y se proclamaba sobre todo la gran utopía de Dios: que los bienes de la tierra sean compartidos por todos y que este mundo sea un mundo de vida para todos.
Siglos después Jesús volvió a proclamar esta utopía, anunció la venida del reino de Dios para los pobres y la formuló también como jubileo, el jubileo sin restricciones y para siempre, el jubileo definitivo. Así comenzó su misión en la sinagoga de Nazaret:
Es un anuncio religioso, pues se proclama como palabra de Dios; y un anuncio histórico, pues se dirige a transformar la sociedad. Bien ha hecho CAFOD en elegir "Jubileo" como lema para expresar lo que necesita hoy el mundo y lo que los creyentes debemos proclamar y realizar.
A continuación queremos reflexionar desde la fe sobre lo que hoy debe significar un jubileo. Escribimos desde el tercer mundo donde más se capta su urgente necesidad; pero escribimos, sobre todo, para el primer mundo, para urgirle a proclamar un jubileo y trabajar por él. De este modo el jubileo se convertirá en buena noticia para todos: para los pobres en primer lugar, pero también para quienes les ayudan y defienden.
El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres una Buena Noticia, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4, l8s).
Jubileo es, pues, el anuncio del fin de las calamidades para los pobres y es por ello una buena noticia para ellos.