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No se puede pedir al Evangelio aquello que no puede dar. En el tiempo de Jesús no había fábricas de automóviles, ni organización de sindicatos. No había buses ni tantas otras cosas que existen hoy. El Evangelio no tiene recetas rápidas para resolver nuestros problemas.
Pero en el tiempo de Jesús había: (1) gente explotada por un sistema injusto; (2) desempleo creciente; (3) empobrecimiento y endeudamiento crecientes; (4) ricos poderosos a los que no les importaba la pobreza de los hermanos; (5) tensiones y conflictos sociales; (6) represión sangrienta que mataba sin piedad; (7) clases dirigentes comprometidas con los romanos en la explotación del pueblo; (8) la religión oficial, ambigua y opresora; (9) la piedad confusa y resistente de los pobres.
Jesús se presenta con su mensaje al pueblo.
Después de treinta años (Lc 3,23) de vida oculta en Nazaret, Jesús se presenta al pueblo con su mensaje (Lc 4,18). En Nazaret había convivido largos años (Lc 2,51) con los campesinos de Galilea, explotados por el sistema de impuestos heredado de los persas y de los griegos, y por el latifundio establecido por los romanos. El mismo era carpintero (Mc 6, 3). Mientras crecía (Lc 2, 40) en sabiduría, edad y estatura ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52), asistía a las explosiones de violencia tan comunes en Galilea, a la progresiva organización de los zelotes, a la transferencia de capital de su país hacia Tiberíades, a las tentativas infructuosas de los romanos para reducir a obediencia al pueblo rebelde de Galilea.
Veía cómo los escribas y los fariseos reunían y organizaban al pueblo en torno a las sinagogas, enseñándoles la tradición de los antiguos (Mc 7, 1-5), dándoles fuerza para resistir, preparándoles para la próxima venida del Mesías, esperado por todos cómo inminente punto. Veía también como ellos, en vez de enseñar la ley de Dios y revelar el rostro del Padre, la escondían detrás de una cortina densa de normas y obligaciones que hacía imposible la observancia de la ley para los pobres (Mc 7, 6-13). Estos se veían condenados por sus líderes como ignorantes (Jn 7, 49) y pecadores (Jn 10, 34).
Veía también la piedad confusa y resistente de los pobres tan bien expresada en el Cántico de María (Lc 1, 46- 55) y la esperanza difusa de un nuevo éxodo. Los pobres esperaban que llegase el tiempo de la liberación prometida desde los tiempos antiguos (Lc 1, 71-73).
Creciendo en medio de esta realidad conflictiva de explotación económica, de convulsiones sociales, de desintegración creciente de las instituciones, de explosiones mesiánicas, Jesús, unido al Padre, se hace alumno de los hechos, descubre dentro de ellos la llegada de la hora de Dios y anuncia al pueblo: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la buena Nueva" (Mc 1,15).