| dc.description | Todo comenzó de la forma más inesperada hace unos 25 años. Por entonces yo trabajaba en cooperativas rurales y era miembro de un movimiento juvenil cuya finalidad era la promoción y desarrollo de los agricultores que representaban aún, en gran mayoría, una clase de mucha pobreza.
En relación con este trabajo fui llamada a París y allí descubrí por casualidad una revista llamada "Vie Chrétienne", que acababa de comenzar a publicarse. El número que cayó en mis manos tenía la recensión de un libro, titulado "Servir en la Iglesia", con el subtítulo "la Génesis de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio". Era la traducción francesa de una serie de conferencias del P. Hugo Rahner. La lectura del artículo me llevó a comprar el libro. ¡Y entonces fue ella! Yo nunca había hecho ejercicios y seguramente no pude entender todo lo que en el libro se decía, pero lo que llegué a entender tuvo en mí una profunda resonancia. Me entusiasmé y decidí acudir a un Padre Jesuita con quien me había encontrado una vez en el movimiento juvenil en que trabajaba. Le hablé del libro y terminé diciendo: "Creo que voy a hacer los treinta días de Ejercicios". Aquel era un hombre prudente, y se contentó con responder: "Ah" no dijo que no, pero tampoco dijo que sí. Lo noté y comencé a preguntarme si el Padre estaba realmente convencido del valor de los Ejercicios. No se me ocurrió que quizá dudaba de mi madurez para dicha experiencia. ¡Se tarda tiempo en llegar a un juicio objetivo sobre uno mismo! Fue este mismo Padre el que, sabiendo la impresión que me había causado este libro, me sugirió las CVX (Comunidad de Vida Cristiana), que justamente entonces comenzaban a funcionar en mi país. Y así pedí ver al capellán nacional, quien me explicó lo que eran las CVX, y me hice miembro de un grupo. | |
