Description
Por "espiritualidad" entendemos aquí la forma concreta, el "estilo" o "talante" que tienen los creyentes cristianos de vivir el Evangelio, siempre movidos por el Espíritu.
Toda espiritualidad cristiana está vinculada a una experiencia profunda de Dios como Padre, suscitada por el Espíritu, que tiene sus propios y específicos contornos, siempre relacionados con la circunstancia histórica que se vive, y que constituye como la raíz de su exigencia, su condición de posibilidad y, al mismo tiempo, la fuente de la que brota toda su riqueza y novedad. Se expresa en un determinado "espíritu" o "talante" configurado por valores y actitudes espirituales fundamentales, y se concreta en prácticas diversas: oración, meditación, ascesis, compromiso de cambio social, normas de comportamiento en general, etc.
Pues bien, vamos a centrarnos en aquella espiritualidad o forma concreta de vivir el Evangelio que está vinculada al seguimiento de Jesús como "lugar" propio de la experiencia-raíz de Dios como Padre. Una espiritualidad de sabor netamente trinitario: surge del seguir las huellas de Jesús, movidos por el Espíritu, caminando así como hijos del Padre y con la esperanza de un encuentro definitivo con El. Llamamos, pues, espiritualidad del seguimiento de Jesús a la que tiene precisamente en ese seguimiento -entendido, en principio, como comunión con su vida, prosecución de su obra y participación de su destino- su fuente histórica, su matriz o crisol, su seno fecundo o suelo nutricio, su punto de partida y su eje configurador.
En realidad, toda espiritualidad cristiana tendría que ser, de alguna manera, espiritualidad del seguimiento de Jesús, al ser éste momento esencial, categoría constitutiva y central, del existir cristiano, y hasta criterio último de verificación de la autenticidad de ese mismo existir. La afirmación o confesión de que somos creyentes cristianos, hijos del Padre Dios, se verifica o hace verdad en el recorrido real del camino concreto de la filiación, es decir, en el seguimiento de Jesús, puesto que él, por ser el Hijo, es el único camino auténtico para realizar el proceso de filiación, el único modelo verdadero de corresponder con fidelidad a la voluntad del Padre. Por eso el seguimiento "es el principio estructurante y jerarquizador de toda vida cristiana, según el cual se pueden y deben organizar otras dimensiones de esa vida (pertenencia a la Iglesia, ortodoxia, liturgia, etc.), pero no a la inversa". Sin seguimiento de Jesús no hay propiamente vida cristiana. Cuando se prescinde de él o se presenta como exigencia exclusiva para unos cuantos privilegiados heroicos, el cristianismo, como señalaba Bonhoeffer se prostituye por "abaratamiento".