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Normalmente estamos dispuestos a aceptar que la Biblia nos habla de muchas cosas que no entendemos y más en concreto que emplea muchos términos cuyo sentido no es inmediatamente aparente. Pero, en cambio, estamos convencidos de que comprendemos muy bien el sentido de los textos joánicos que hablan del mandamiento del amor (13,34; 15,12). En parte porque la palabra "amor" corresponde a una determinada actitud humana que experimentamos personalmente y que podemos observar en otros. Precisamente por ello podemos distinguir entre amor verdadero y amor de consumo, entre amor y sexo. La misma fenomenología del amor se ha popularizado en obras ampliamente difundidas en nuestra sociedad. Por eso creemos poder comprender fundamentalmente lo que nos quiere decir Juan al poner en boca de Jesús el mandamiento del amor.
Porque, además, el amor es -por decirlo de alguna forma- el centro de la enseñanza del cristianismo primitivo, de forma que no solo los evangelios sinópticos hablan del amor como una enseñanza clave de la predicación de Jesús, sino que también Pablo insiste en que el amor resume la ley y el canto a las excelencias del amor de la 1 Cor (12,31-13,13) es de sobra conocido. Incluso obras de tono menor como la carta a los Efesios o la 1 Pe exhortan al cristiano a una actitud de amor firme como punto culminante de las recomendaciones o exhortaciones.
Por si todo esto fuera poco, ya el Antiguo Testamento ha apelado al amor para iluminar la relación entre Dios y el hombre y la imagen de los esposos que se aman, o la del amor de un padre con su hijo, o la del enamorado para con su amada sirven a diversos autores (mayormente los profetas o el Dt, pero hay que contar también con el Cantar) para ilustrar la realidad del Dios de la alianza.
Para decirlo en una palabra: creemos tener datos suficientes para pensar que comprendemos la enseñanza del Jesús joánico. Y, si bien aceptamos que nuestra vida no acaba de acopiarse al mandamiento de Jesús, no por ello ponemos en duda nuestra comprensión del mismo.
Y sin embargo hay poderosas razones para que nos preguntemos seriamente por el sentido específico de este mandamiento en el cuarto evangelio