El servicio Jesuita a Refugiados nació hace cinco años de una visión del padre Pedro Arrupe, comunicada a la Compañía como uno de sus últimos legados como general de los jesuitas. Fue una visión doble: vio la necesidad de millones de gentes desarraigadas por el mundo de comida, cobijo, justicia y de apoyo humano; también vio la preciosa contribución que ofrecían dichas personas a un mundo corrompido cuyos ídolos prevalentes son la riqueza, el privilegio y el poder. Por esto, desafió a sus compañeros jesuitas a que tomaran un nuevo apostolado "de gran importancia para hoy y el futuro y también de mucho beneficio espiritual para la Compañía."
Cinco años más tarde; los representantes del servicio Jesuita a Refugiados, reunidos en Chiang Mai en Tailandia, estamos más convencidos que nunca de lo acertado de la visión del padre Arrupe. Ha sido confirmada oficialmente por nuestra última congregación general como un medio importante para implementar la opción preferencial por los pobres hecha por la Compañía. También ha recibido un apoyo claro y fuerte de nuestro nuevo general, el padre Peter Hans Kolvenbach. Sin embargo, ha sido más nuestra propia experiencia, la experiencia compartida por aquellos de nosotros que hemos tenido el privilegio de vivir y trabajar entre los refugiados y desplazados, la prueba indudable de que dicha visión vino realmente del Espíritu Santo.
El servicio Jesuita a Refugiados todavía es una iniciativa modesta, incluso en términos de la Compañía. No puede y no desea competir con las grandes agencias internacionales ni con otros grupos que han estado en este campo por más tiempo que nosotros. Sin embargo, pretende poner una dimensión específica en su trabajo que a veces hace falta en otras partes. Si bien siempre estamos en la disposición de ayudar a los refugiados en sus necesidades materiales y espirituales, y también de diseñar proyectos que les permitan una vida más plena e independiente, tratamos de poner un énfasis especial en estar con más que en hacer por. Queremos estar presentes entre los refugiados compartiendo con ellos, acompañándolos, recorriendo juntos el mismo camino. En la medida de lo posible, queremos sentir lo que ellos han sentido, sufrir como ellos, compartir las mismas esperanzas y aspiraciones, ver el mundo a través de sus ojos. Nos gustaría que pudiéramos llegar a ser uno con los refugiados y desplazados para que, todos juntos, podamos comenzar la búsqueda de una vida nueva.