| dc.description | Transcribimos los primeros párrafos de este muy trascendente escrito del Padre Gonzalez Faus:
Ustedes perdonarán el atrevimiento. Yo no tengo más justificación para él, ni más exordio para esta carta que hacer mías las palabras con que el monje Columbano se atrevió a dirigirse al Papa Bonifacio IV allá por el año 600 de nuestra Iglesia. Si Columbano fue canonizado más tarde, me será legítimo a mí tomarlo de ejemplo y parodiar su introducción:
"A la cabeza de todas las Iglesias del mundo, a los más altos de parte del más bajo, a los primeros de parte del último... ¿Quién me escuchará? ¿Quién no preguntará en seguida a ver quién es este charlatán pretencioso que se atreve a escribir todo esto sin que nadie se lo pida?... Pero yo responderé que no hay intemperancia allí donde existe la necesidad de edificar la Iglesia. Y si mi persona les parece poco que no atiendan al que escribe, sino a lo que escribe. Pues ¿por qué va a callarse un cristiano lo que hace ya tiempo que va comentando por ahí su vecino?... Mejores son las heridas del amigo que los besos engañosos del enemigo. Y si otros murmuran alegres en secreto, yo hablaré triste y dolorido en público... No son, pues, la vanidad ni la precariedad las que mueven a este pobre hombre para que escriba a varones tan excelsos: es el dolor más que la hinchazón".
O al menos, así lo quisiera yo de mí, y así lo espero, mis queridos hermanos en la fe. Es el dolor y es la necesidad de edificar la Iglesia lo que me mueve a escribirles. Porque en esa necesidad de edificar, yo también tengo una pequeña parte de responsabilidad, a la que no puedo desoír alegando que es pequeña, puesto que se trata de una responsabilidad muy seria y muy sagrada.
Y aún puedo añadir otra razón que no aducía San Columbano. Y es que, en casi todas las cosas que voy a decirles a ustedes a propósito del próximo Sínodo (sobre el que pesa el libro del Cardenal Ratzinger como una auténtica espada de Damocles), no hay casi ningún problema de aquellos que se llamaban "de dogma y costumbres" o que hoy llamaríamos "específicamente teológico". Y ustedes no deberían dejarse dar gato profano por liebre teológica. Porque lo que va a estar en juego en este Sínodo será más bien y primariamente un problema histórico (el de la liquidación de la Cristiandad, pretender la perduración de la cual sería un anacronismo semejante al que supuso en el siglo pasado la pretensión de mantener los estados pontificios que también se la quiso defender con razones "teológicas"). Hay, en segundo lugar, un problema psicológico (que es el problema del miedo) y que, junto con el anterior, deben ser abordados simplemente como tales. Y sólo derivadamente esos problemas pueden llevar a una cuestión teológica (que yo me atreveré a emparentar con todo aquel pesimismo de los agustinistas exageradas: bayanos, jansenistas, etc.). Finalmente, me permitirán que -una vez sentado a la máquina- cierre esta carta levantando una cuestión jurídica que me parece de cierta importancia. Con esto quedan ya enunciadas las cuatro partes de mi escrito. Y será mejor pasar inmediatamente a ellas porque ustedes no disponen de mucho tiempo. | |
