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La "inculturación" es actualmente un asunto difícil y complejo en toda la Iglesia. La palabra, de aparición reciente, no para todos está clara. A veces se pregunta de qué se está hablando exactamente: ¿De inculturación del cristianismo? ¿De inculturación del mensaje cristiano? ¿De inculturación de la fe y la vida cristiana? o incluso ¿De inculturación de la Iglesia? ¿De inculturación en las Iglesias particulares? La falta de certeza y sin duda que también las inexactitudes abundan en esta problemática.
Sin embargo, es un hecho que existe esta palabra, que está en circulación; y tal palabra no ha aparecido por gusto. Se puede suponer, por lo tanto, que si la palabra es nueva, no lo es el problema; pero hoy se manifiesta una necesidad nueva y particularmente grande, una crisis precisamente en la inculturación.
Un participante hizo esta pregunta en el coloquio Ricci en Lumen Vitae: "El hecho de tener que dedicar un coloquio a la inculturación ¿no significa que en la Iglesia católica hay una falta del sentido del pueblo de Dios? ¿No es la inculturación, simplemente, la actualización de Pentecostés? Pentecostés no es un hecho pasado. Si la inculturación se convierte en problema, es porque nuestra religión está fragmentada y sólo hemos conservado la parte intelectual o conceptual..." Esta afirmación, me parece que señala que hoy se habla de inculturación en razón de una dificultad nueva o particular. De hecho, el cristianismo, a través de los siglos, ha entrado en simbiosis con muchas culturas; las ha penetrado, se ha enriquecido, las ha renovado y como recreado, ha tomado en ellas un rostro y forma concreta. Pero hoy se presentan de forma bastante repentina y urgente nuevas y más amplias tareas de inculturación. Quizás se han vuelto más difíciles por el hecho mismo del resultado y la profundidad de la inculturación pasada. De ahí la pregunta...