Description
El título de este artículo, en la formulación que se nos ha pedido, es exigente. Se afirma en él no sólo que la lucha por los derechos humanos es una exigencia ética ineludible para todo hombre ni sólo que sea una parte muy importante de la misión de la Iglesia y de la praxis de los cristianos, sino que se afirma su dimensión divina, teologal. Si se toma en serio el título, se está diciendo entonces que Dios y la lucha por los derechos humanos están en correlación, que desde Dios se puede comprender y realizar mejor esa lucha, pero también que desde esa lucha por los derechos humanos se puede comprender y corresponder mejor a Dios.
Dependiendo de contextos históricos, la formulación del título podría ser vista de diversas maneras. Para unos podrá ser en el fondo un nuevo tipo de apologética, cuando tantas otras han fracasado; un nuevo intento de introducir a Dios en la historia, cuando parece que se le ha expulsado de casi todos sus lugares. Para otros será la expresión gozosa de haber encontrado a Dios y a sí mismos en esta historia. La expresión de que en la historia hay lugares de Dios -más allá de su omnipresencia- allá donde se juegan los derechos de los hombres y de que el hacer historia de una determinada manera -defendiendo esos derechos- es un modo de responder y corresponder a Dios. No niega esto ni que haya otros lugares de Dios ni otras formas de responder y corresponder a Dios; pero sí que éstos lo son y en la humanidad actual -añadimos nosotros- son lugares privilegiados. Aunque la formulación del título no lo diga con esa radicalidad, se trata aquí nada menos que del problema clásico y perenne de lo que hay de divino en la historia y de la divinización del hombre. En este artículo adoptamos la segunda óptica, aunque creemos que de hecho recoge también la primera; no tanto porque se intente un nuevo tipo de apologética conceptual sino porque se ofrece una mystagogia en el misterio de Dios.