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En el cristianismo la vida religiosa se especifica, casi exclusivamente, por el dato del seguimiento de Jesús. No se especifica por las características que pueden encontrarse en otros tipos o formas de vida monacal, no cristianas, aunque sí religiosas.
Por ejemplo: no se especifica por la auto perfección, la construcción de la propia perfección, que podría ser lo que caracterizaba a los monjes esenios de tiempos de Jesús (con los cuales mantuvo Él algún contacto) y cuyo talante vital prácticamente era esa sensación de ser ellos los santos, de constituir la comunidad perfecta y, por consiguiente, de ser los depositarios de la venida del Mesías que estaba cercana. Semejante búsqueda de perfección, casi siempre se convierte sin darse cuenta en secretamente orgullosa y -de cara a fuera- un poco farisaica.
Tampoco se caracteriza, la vida religiosa, como seguimiento de Jesús por una búsqueda de la paz interior, como puede ocurrir en esos monasterios de religiones orientales donde, en definitiva, parece que el candidato va a buscar allí, al amparo de algún maestro, esa especie de autodominio, de auto liberación. Tampoco es esto lo que especifica el porqué de nuestra llamada y de nuestra vocación.
Jon Sobrino dice sobre la vida religiosa que no es sino una forma de llegar a ser cristiano, y en este sentido nos coloca ante esa necesaria vinculación que no puede faltar entre lo que es seguimiento de Jesús y lo que llamamos "vida religiosa". Hay, pues, en la vida religiosa un elemento de lo específicamente cristiano que debe ser muy subrayado. Así como para el concepto de Dios existen en el cristianismo una serie de elementos que son muy específicos y distinguen la idea del Dios cristiano de la idea teísta o de una concepción religiosa general, aunque luego la puedan asumir y la puedan integrar, tras esa especie de negativa que da el Dios bíblico al dios de los filósofos, el cual de tan perfecto que es, no ama y no puede tener amigos, como dice Aristóteles...(Y, sin embargo, el Dios cristiano ama tanto, que a veces nos hace dudar de su "perfección", por las aventuras o avatares en que su amor le mete). Pues igual que en el concepto de Dios, y en otros momentos, el cristianismo no es una religión sin más, sino que es más bien una fe, también la vida religiosa trata de ser una intensificación de lo específicamente cristiano que es el seguimiento de Jesús.