dc.description | Lo que solemos denominar como "la cruz", "las cruces", en el lenguaje de la espiritualidad (pues el término es propio de la cultura cristiana), no es otra cosa que los sufrimientos y contradicciones de la vida. La cruz es un hecho de la condición humana; no la inventó Jesucristo ni la mística medieval.
De suyo, las cruces no tienen ningún valor en sí; son una experiencia humana negativa que nadie está llamado a procurarse. Pero de otro lado son un hecho inescapable, ante el cual como seres humanos debemos tomar una actitud y darle un sentido.
Es en el cristianismo donde las cruces encuentran toda su significación. No porque el cristianismo nos enseñe a eliminar la cruz, o haga de la cruz un valor en sí, sino porque a causa de Cristo, que asumió toda la condición humana, incluso el hecho del sufrimiento y la cruz, la experiencia de la cruz puede ser santificante y aun liberadora para el hombre, y puede encontrar un lugar en la venida del reino.
A causa de Cristo, el hecho de la cruz puede ser asumida como una dimensión de la espiritualidad. Así comprendemos la llamada de Jesús a "tomar la cruz", "cargar cada día con la cruz", perder la vida" o "morir como el grano de trigo". (Mt. 11, 12; 16, 21-24; 17, 15; Jn. 12, 24-26; etc...). | |