Description
Arrancadas de un clásico como es “El medio Divino” (Taurus, Madrid) estas vibrantes páginas del P. Teilhard de Chardin expresan de alguna forma lo más íntimo de esa espiritualidad de trabajo de que trata la última parte de la encíclica.
La búsqueda y la esperanza del Cielo, ¿No tienden a desviar a la actividad humana de sus ocupaciones naturales, o al menos a eclipsar completamente su interés? No, Dios no distrae prematuramente nuestra mirada del trabajo que nos ha impuesto Él mismo, puesto que se presenta a nosotros como accesible gracias a este mismo trabajo. No, Dios no hace que se desvanezca, en su luz intensa, el detalle de nuestros fines terrestres, puesto que la intimidad de nuestra unión con Él se halla precisamente en función de la perfección precisa que debemos a la menor de nuestras obras. Dios, en lo que tiene de más viviente y de más encarnado, no se halla lejos de nosotros, fuera de la esfera tangible, sino que nos espera a cada instante en la acción, en la obra del momento. En cierto modo, se halla en la punta de mi pluma, de mi pico, de mi pincel, de mi aguja, - de mi corazón y de mi pensamiento. Llevando hasta su última terminación natural el rasgo, el golpe, el punto en que me ocupa, aprehenderé el Fin último a que tiende mi profunda voluntad. Semejante a estas temibles energías físicas que - el Hombre llega a disciplinar hasta lograr que realicen prodigios de delicadeza el enorme poder del atractivo divino se aplica a nuestros frágiles deseos, a nuestros microscópicos objetos, sin romper su punta. Esta potencia es exultante y, por tanto, no perturba ni ahoga nada. Es exultante; por tanto, introduce en nuestra vida espiritual un principio superior de unidad, cuyo efecto específico es, con arreglo al punto de vista que se adopte, santificar el esfuerzo humano o humanizar la vida cristiana.