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Desde que las autoridades romanas condenaron a muerte a Jesús, las distintas comunidades cristianas han tenido que preguntarse cómo debían entender y como tenían que relacionarse con los poderes políticos. Las respuestas a esta cuestión han sido diversas, de acuerdo, en parte, con la actitud más o menos favorable que el poder político ha adoptado frente al cristianismo. Bastaría un repaso breve de la historia para comprobar que el pluralismo de las opciones cristianas en este campo es un hecho innegable. Como es innegable también que estas opciones han sido a menudo contrapuestas.
Dado que el Nuevo Testamento sigue siendo para todo cristiano el criterio o norma fundamental para su actuación, la pregunta que se nos plantea aquí es la siguiente: ¿Puede ayudarnos el N.T. a clarificar nuestras opciones cristianas? Más aún: ¿Se propone en el N.T. una doctrina unitaria -o, al menos, unas líneas fundamentales comunes- en torno al compromiso político del cristiano?
En este artículo damos ya por adquirido el hecho de que hay un pluralismo dentro de los escritos del N.T. Esta constatación, que es válida para cuestiones tan claves como la cristología, lo será también, a fortiori, para la cuestión del compromiso político que depende de diversos factores históricos, sociológicos, económicos, políticos, etc., que no pueden ser derivados directamente de la fe. A esto hay que añadir que si en las cuestiones teológicas y cristológicas los escritos del N.T. reflejan la situación y la problemática de las comunidades a que van dirigidos, esto aparecerá aún más claramente en aquellos temas que hagan referencia a la inserción concreta del cristiano en el mundo.
Por todo ello y dada la complejidad del tema, el presente artículo se propone estudiar esta cuestión tan solo en un escrito del N.T. el cuarto evangelio.