dc.description | El amor relacionado con la Iglesia se baraja constantemente en afirmaciones, negaciones o preguntas. La liturgia y la Pastoral exploran y trabajan la vinculación del hombre con la Iglesia, teniendo, al menos teóricamente, el amor como meta y realidad primordial. De tanto usar la palabra amor en el lenguaje eclesiástico da la impresión que se ha ido desgastando, abstrayendo, generalizando y, sin que falten notables ejemplos de amor a la Iglesia, para una inmensa mayoría de católicos la palabra se presta a una tal manipulación que hace que resuene de una manera profundamente equívoca.
No resulta forzado para la Psicología establecer la sospecha de que en el núcleo de una clara afirmación de amor a la Iglesia pueden anidar mil motivaciones que revelen una profunda inmadurez de la persona y una inautenticidad de ese amor.
El amor emana de la estructura personal que a su vez se ha configurado en su dinámica, ha adquirido su perfil por la experiencia positiva o negativa del amor. Dime como amas y te diré quién eres.
La Iglesia como una compleja realidad humana, no puede impedir que crezcan trigo y cizaña en su estructura Su identidad está hecha de partes sanas, llamadas a un crecimiento, y de partes insanas que acompañan, retrasan o impiden a ese crecimiento. Ignorar esto sería incapacitarse para amar la realidad y refugiarse en la utopía del Reino escatológico. Sustraeríamos así a la Iglesia de su peregrinación histórica, a menudo tambaleante, que la hace necesitar nuestro amor maduro. | |