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No hay amor y fidelidad a Jesús y su Evangelio sin amor y fidelidad a la Iglesia. El P. Castillo analiza aquí en forma de breves tesis las exigencias principales de ese amor y dice a manera de introducción de su artículo: “Con frecuencia se nos dice que tenemos que amar a la Iglesia. Y con frecuencia se dice también que ese amor se debe expresar en la obediencia y el respeto a la Iglesia concreta y real que hoy tenemos y tal como existe. Por otra parte, cuando se hacen afirmaciones de este tipo, se suele apuntar con el dedo a los que, por la razón que sea, se muestran en desacuerdo con la actual organización eclesiástica y sus representantes o dirigentes más cualificados. Lo cual parece indicar que el amor a la Iglesia es, en la situación actual, un argumento que se utiliza, para frenar la contestación, que en los últimos tiempos ha proliferado en el interior de la misma iglesia. Ahora bien, ¿se puede decir, sin más, que el amor a la Iglesia existe químicamente puro en quienes se identifican incondicionalmente con los dirigentes eclesiásticos y con la actual organización eclesial, tal como de hecho funciona? Y por lo tanto, ¿se puede afirmar también que quienes no piensan de esa manera carecen de amor a ella, o por lo menos se puede asegurar que su amor es ese sentido es defectuoso y pobre?”