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En la situación latinoamericana, una espiritualidad encarnada significa una espiritualidad comprometida con el proceso de liberación de las mayorías oprimidas. El P. Galilea desarrolla las implicaciones que esto trae consigo.
Al preguntarnos sobre las características que debería tener el cristianismo en situaciones que exigen una acción por la justicia y por la liberación, debemos evitar un equívoco. No existen varias "clases” de cristianismo o de espiritualidad. Esencialmente no existe una espiritualidad “liberadora” o "burguesa”, o “proletaria”.
La espiritualidad queda siempre una: el seguimiento de Cristo bajo la guía de la Iglesia. Seguimiento del Cristo histórico transfigurado por la resurrección. Seguimiento pascual.
El seguimiento de Cristo que nos lleva a participar en su Pascua es la única definición posible de la espiritualidad cristiana. Su norma y referencia no radica en ideologías -sean estas religiosas, sociales o políticas- sino solo en el Evangelio, raíz del seguimiento pascual. “Fuimos sepultados con Cristo en la muerte a fin de que al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos así también nosotros vivamos una nueva vida” (Rom. 6,4). Así el cristianismo es una dialéctica pascual, de progresivas muertes y resurrecciones en Cristo, que nos van identificando con Él. El conjunto de acontecimientos de nuestra historia personal y de la historia de la humanidad no es otra cosa que nuestra entrada progresiva en este acontecimiento pascual que llevará a cada hombre y la sociedad a integrarse totalmente en el misterio de Cristo resucitado.