Description
En toda la Iglesia, especialmente en América Latina y en la vida religiosa, el problema de la pobreza ha pasado a ser en los últimos años una cuestión fundamental. Se habla de la Iglesia de los pobres, hecha por los pobres y para los pobres. La vida religiosa tiene que re-interpretar el sentido del voto de pobreza: pasar de una vivencia intimista, privatizante y ascética a un compromiso de solidaridad pública con los económica y socialmente pobres. Semejante preocupación revela la mala conciencia en que viven la Iglesia y la vida religiosa. Ni la Iglesia ni la vida religiosa son pobres. Hacen voto de pobreza, pero son otros los que lo observan. El mero hecho de plantearse la cuestión de la pobreza demuestra que vivimos fuera de ella. El pobre no se cuestiona acerca de la pobreza. No piensa en hacerse pobre. Su problema consiste en salir de la pobreza, en reconquistar su dignidad humillada, en conseguir un desahogo que le permita vivir más humanamente, sin la preocupación duradera de tener que sobrevivir. Solamente los ricos se cuestionan acerca de la pobreza y de la riqueza. Es una gracia de Dios el hecho de que, en el momento actual, la Iglesia se plantee con sinceridad el sentido de la pobreza y la calidad del testimonio evangélico que puede dar por medio de la pobreza.