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Dos visiones dominan en el presente las repercusiones de la ciencia y la electrónica, en el desarrollo y futuro de la humanidad: una visión tecnocrática, que atribuye a las tecnologías virtualidades y excelencias per se y otra que tiende a rechazarlas a priori, sin estudiar sus alcances y posibilidades en la liberación del género humano.
Concepciones contrapuestas a las que uno debe acercarse con rigor analítico, para no ser presa de posiciones que encierran opciones políticas de distinto signo. La primera tiende a conceder poderes ilimitados a la ciencia y a la tecnología, al extremo que en su reinado desaparecen para siempre las ideologías, y la segunda, en cuanto desconoce que las transformaciones tecnológicas preparan el advenimiento de una nueva forma de vida.
Desde mediados de la década del sesenta, han surgido una serie de libros, artículos y documentos en los que se sitúa a la ciencia y a la tecnología, como los ejes propulsores de los nuevos cambios sociales, llegándose a afirmar que constituyen una panacea para todos los males que aquejan a la humanidad.
Sin embargo, las contradicciones sociales se han acentuado como resultado del desarrollo científico y tecnológico, cuyo control por parte de los países capitalistas avanzados ha terminado por ahondar las desigualdades sociales, económicas y políticas entre los países pobres y los países ricos. Entre los que han ejercido una secular dominación y expansión imperial y entre quienes han sufrido las consecuencias de esta política.
Detenerse en el análisis de los pro y contra de la ciencia es seguir un camino equivocado, puesto que por sí misma la ciencia no es capaz de aportar soluciones a los problemas de la humanidad. No es a la ciencia y a la tecnología a las que hay que enjuiciar, sino más bien el tipo de ciencia y tecnología que producen determinados países y cuyo uso pretende ser impuesto a los países del Tercer Mundo.
Son los usos sociales a que se destina la ciencia en el modo de producción capitalista, lo que hay que analizar. La ciencia no es un elemento autónomo dentro del contexto político y social. Tampoco debemos perdernos entre el humo del discurso tecnocrático que reivindica para la ciencia la culminación de la prehistoria de la humanidad y su tránsito hacia la plena historia.
La ciencia y la tecnología no son variables independientes del modo de producción en donde se originan. La interacción de los elementos técnicos, sociales, políticos, económicos y militares, impone un análisis integral, que pondere el peso específico de cada uno de estos aspectos, dentro de determinados sistemas sociales y políticos.
Hace falta entonces comprender que el enfoque es mucho más amplio. Aislar en el análisis a la tecnología, es recorrer un camino trillado que conduce indefectiblemente al determinismo tecnológico. Casi la totalidad de enfoques sobre las posibilidades de las nuevas tecnologías adolecen de este mal. Ninguno de sus panegiristas se aparta de esta concepción: que la naturaleza de la sociedad está determinada por su componente tecnológico.
Con una visión más integral y totalizante, el académico y político norteamericano Zbigniew Brzezinski, ha pretendido darnos un enfoque completo sobre los cambios que produce la ciencia y la tecnología en todo el universo social. Su obra, La Era Tecnotrónica, es un libro clave para comprender hacia dónde apuntan y conducen los análisis de ciertos cientistas contemporáneos.
La Era Tecnotrónica tiene varios méritos: en primer lugar, constituye un análisis centrado en el país que ha alcanzado el mayor desarrollo científico y tecnológico del mundo capitalista; en segundo término, su enfoque tecnocrático no se limita únicamente a los Estados Unidos, sino que alcanza a la totalidad de países capitalistas avanzados y, finalmente, porque es todo un programa de acción, cuyos principales lineamientos políticos, económicos y militares han sido puestos en práctica por Estados Unidos.
Existe otra razón que contribuye a otorgar un gran valor a su texto: la posibilidad real que ha tenido de poner en marcha sus propias recomendaciones, como político prominente y como destacado miembro de la Comisión Triláteral.
Los Estados Unidos están situados a la cabeza en el desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación (satélites, computadoras y bancos de datos), a las que Brzezinski concede especial atención para la cristalización del nuevo proyecto de sociedad: la sociedad tecnotrónica. Las nuevas tecnologías de comunicación son las piezas claves para armar su rompecabezas. Son los instrumentos a través de los cuales los Estados Unidos pueden llegar a convertir en realidad su proyecto de dominación mundial, contando como aliados a los demás países capitalistas avanzados (Europa Occidental, Japón, México (?) e Israel).
La primera parte de nuestro ensayo está dirigido a exponer los principales puntos de vista de Brzezinski, así como rebatir sus tesis; la segunda parte versa sobre las nuevas tecnologías de comunicación, reseñando sus principales efectos sociales, y la tercera gira en torno a las políticas nacionales de comunicación. Expediente que consideramos idóneo para contener los avances del proyecto de dominación mundial imperialista.
Nuestro objetivo es llamar la atención sobre el papel crucial que juegan estas nuevas tecnologías en la expansión de los países capitalistas avanzados sobre los países del Tercer Mundo. La poca atención a esta problemática agrava la situación porque permite a estos países continuar avanzando sin encontrar resistencias que limiten su nuevo proyecto político.
Ignorar las nuevas tecnologías de comunicación; aceptar su transferencia o adquirirlas de manera acrítica, tiene los mismos resultados para los países del Tercer Mundo. En primer lugar, porque retrasarían por muchos años su desarrollo y en segundo lugar, porque quedarían sometidos a los dictados de las Empresas Transnacionales, principales propagadoras de estas nuevas tecnologías.
Ante la inexistencia de principios y regulaciones que gobiernen internacionalmente los problemas de la comunicación, los países del Tercer Mundo deben de tomar medidas internas congruentes con su nivel de desarrollo económico social, en función de sus propias necesidades. Sin olvidarse que detrás del expansionismo tecnológico se esconde un proyecto político de corte capitalista.