Algunas posibles salidas para este laberinto energético en el que nos encontramos son: continuar fomentando el uso eficiente y racional de la energía, con desarrollo tecnológico y conciencia sobre su uso; impulsar los esfuerzos tecnológicos para capturar, transportar y almacenar CO2 de la combustión de los combustibles fósiles que pueden apoyar a la disminución de dichas emisiones en un 20% en las próximas cuatro décadas; y diversificar las matrices energéticas con el uso de fuentes renovables: energía eólica, solar, nuclear e hidroelectricidad. Finalmente a largo plazo (50 a 100 años) la apuesta probablemente será hacia el hidrógeno, fusión nuclear o fuentes biotecnológicas, para así dejar de depender de los finitos, contaminantes, pero muy imprescindibles combustibles fósiles. Es verdaderamente alarmante saber que en las próximas cuatro décadas el planeta requerirá cada vez de más energía (2 a 3% por año) debido al elevado crecimiento vegetativo y económico, principalmente de los países en vías de desarrollo, que con justa razón la necesitan para desarrollarse y disminuir en algo la brecha que los separa de los países desarrollados.