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El trámite se había iniciado formalmente apenas veinte días antes. De su aprobación sin dilaciones se había encargado uno de los solicitantes, Juan Pardo Heeren, ex ministro de Hacienda del régimen. Lo cierto es que corrían contra el tiempo, ya que la nueva universidad de la que hablaba el documento oficial tenía decidido comenzar el dictado de clases en menos de dos meses. El Decreto Supremo Número 8 no había sido ni por asomo lo más difícil de superar en el largo proceso de hacer realidad una idea de universidad. El proyecto puede rastrearse como actos preparatorios -reuniones, consultas a expertos, viajes de visita– al menos desde 1959-60; pero los orígenes del grupo que impulsaría la idea se sitúan hacia 1954, cuando, a propósito del Congreso Eucarístico Nacional, se creó en Lima la Unión Nacional de Dirigentes y Empleadores Católicos (UNDEC), inscrita en la Unión Internacional de Asociaciones Patronales Católicas (UNIAPAC), confederación muy cercana a Roma, desde que el sumo pontífice Pío XI había impulsado su organización luego de la publicación de la encíclica Quadragesimo Anno en 1931.