dc.description | William Walker (Hüilian Huócar) fue el último filibustero de renombre profesional en el siglo XIX. Como el abrojo brotó entre las plantas escogidas y fue a proyectar negra sombra, y a salpicar lodo sobre la cuna DE Washington. En la costa del Pacífico fue más generalmente conocido con el nombre de El Filibustero de Sonora, y su nombre execrado y maldecido hasta el día, dejó en pos de sí, en la tierra centroamericana de los lagos, el recuerdo inextinguible de un reguero de sangre, de incendios, saqueos, despojos y atropellos que relativamente pueden parangonarse con el que dejó en las que fueron colonias españolas del Nuevo Continente, el paso del gran pirata de los mares Sir Francis Drake, el bandido-caballero de Londres, ennoblecido y agasajado por Su Majestad Británica en premio de sus inauditas fechorías.
El pueblo norteamericano ha heredado el atavismo que, en nuestro modo provincial de decir, pudiéramos llamar tiburonesco, y abortos de ese atavismo pudieron ser Walker y Drake, pues el primero, en los Estados Unidos, ocupa una línea similar paralela a la del segundo en Inglaterra, sin que ni uno ni el otro simbolicen por eso el carácter nacional de sus respectivos países. El cornezuelo del centeno, respecto de este grano, es lo que Drake y Walker con relación a John Bull Uncle Sam. Por lo menos así lo entiendo yo; y por ende me explico satisfactoriamente que bajo la robusta sombra de uno y otro hayan nacido y pudieran desarrollarse ese par de lechuguinos del crimen. | |