El autor nos narra la profunda y muy significativa experiencia que para él significó la asistencia al acto religioso en el que se concedió oficialmente la condición de Beato a San Romero de América y puntualiza: “La figura de Monseñor siempre ha sido para mí un claro referente de lo que significa hacer vida el Evangelio. De manera que, estar en la beatificación fue pasar de un testimonio oral de la fe, a la vivencia real de la misma”.