En los acontecimientos de mayo ha habido aspectos diversos. Se trataba de poner en tela de juicio a una universidad cuyos planes no están ya adaptados al crecimiento demográfico y que no prepara a los estudiantes para las “salidas” que harían falta. Se trataba también de la acción de grupos políticos, para los que el sabotaje de la Universidad es el medio para una acción subversiva que tiende a hacer saltar toda la sociedad actual. Pero se trataba también de otra cosa. Estaba latente la insatisfacción de los jóvenes ante una sociedad tecnocrática que los utiliza para sus fines, pero que no responde a sus problemas fundamentales. En este punto los análisis de Marcuse son exactos. No se trata primordialmente de una crisis económica sino de una crisis psicológica. La civilización técnica constituye un cuerpo nuevo. Pero es un cuerpo que no ha encontrado todavía su alma. Un inmenso clamor surge pidiendo a la creación, a la imaginación y a la invención los elementos que permitan describir los caminos del futuro.