dc.description | Neruda murió ayer; su cortejo casi se confunde con el de Allende, días antes. Fraterna dualidad en un país inmolado: Política y Poesía… El pase de Neruda transcurre en esa peligrosa pausa hacia el tramonto cuando, aún en plenitud y esplendor, la mano toma otro temblor y otro perfil: El dibujo, el equilibrio, que se inclinará hacia el misterio hacia la decadencia. En ese éxtasis muere.
Lo tuvo todo: Desde el Nobel hasta el cáncer, dos exclusivas del siglo. Como poeta, en español, ninguno vio, en vida, realizarse una gloria igual a la de Neruda. Recibió el idioma donde lo dejara Darío, donde una geografía esperaba su palabra, y tomó posesión de la naturaleza, con el canto, para devolvernos, en trabajo de académico a deshoras y de taumaturgo a destajo, el inventario de una enciclopedia propia: Una lengua que habla con el castellano de los Andes. Su “Canto general” es Biblia y Homero de América.
Navegante, profeta, partidario, escoraba siempre hacia el amor. Antes de Neruda, recitábamos las “Rimas” de Becquer. Después de Neruda, a Neruda. Este escrito forma parte del Homenaje a Pablo Neruda que se presenta en este número de Encuentro. | |