En este escrito el Padre Cardenal nos relata la calurosa acogida de la que fueron objeto en León, Nicaragua, los 68 miembros de la compañía de Jesús expulsados por el Gobierno de Guatemala en 1871, inmediatamente también rechazados por el de El Salvador, en vista de la filiación liberal, común en ambos. Nos narra también las vicisitudes originadas en ese deambular y establecimiento posterior en Nicaragua, firmes en su decisión de “permanecer en Centroamérica, a pesar de que los estaban pidiendo en otros países. (…) Todo lo llevaron con alegría, sin asustarse, ni acobardarse”.