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La influencia británica sobre lo que hoy es la Costa Atlántica, finalizó oficialmente en 1860 con el Tratado de Managua. Esta influencia perduró por doscientos años, siendo más prolongada que en cualquier otro país en donde se ha manifestado la presencia de los colonizadores ingleses. Este hecho por sí solo, justifica el análisis de las relaciones de Gran Bretaña y la población indígena de la Costa. Hay que tomar en cuenta además, que el surgimiento del reino Miskitu se encuentra vinculado a la presencia británica en la zona.
La historiografía contemporánea, de acuerdo con las fuentes inglesas y españolas del siglo XIX resume esta conexión de la siguiente forma: Inglaterra instaló el primer rey Miskitu, creando así una monarquía, institución hasta entonces desconocida, y estableciendo así una forma eficaz de “gobierno indirecto”. La monarquía no formaba parte de las tradiciones indígenas, pero no fue impuesta a los Miskitu por la fuerza, sino mediante la astuta utilización de regalos y el “reparto de beneficios”. Los reyes Miskitu, dependientes de la buena voluntad británica podían así ser utilizados como instrumentos para reforzar las intenciones coloniales de la política británica.