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NICARAGUA, 1985 – 86: La crisis económica se profundiza, la guerra de agresión se acentúa. Para poder sobrevivir, la revolución empieza a reconsiderar sus alianzas, las políticas económicas y la organización del poder.
En la perspectiva de la prolongación de la guerra y de las dificultades, el desarrollo de la capacidad de resistencia de Nicaragua requiere de decisiones cada vez más acertadas: Los errores implican costos económicos y políticos crecientes.
En lo que concierne al agro, surgen nuevas interrogantes, nuevas propuestas, nuevas líneas de trabajo, nuevas dificultades, nuevas concepciones, y resurgen viejos debates… en torno a la colectivización, la reforma agraria, la política de inversiones, la organización campesina, el intercambio campo-ciudad, la alianza obrero campesina.
El sector agropecuario, por su importancia en la producción de alimentos para las ciudades y para los combatientes, y en general en la generación de excedentes, representa el mayor “potencial” de resistencia. De los tres sectores sociales que lo componen, el de la pequeña y mediana producción, individual y cooperativizada está jugando un papel económico y político cada vez más importante.
Mientras algunos piensan que la agresión está llevando a la revolución nicaragüense a apartarse más y más de la democracia y de la economía mixta, nosotros sostenemos por el contrario que las posibilidades de resistir la agresión y de enfrentar la crisis se incrementan si se profundiza el carácter popular de la revolución. El movimiento cooperativo se puede transformar en el instrumento principal del ejercicio de la democracia y en la mejor alternativa económica.
Nuestro propósito en este trabajo es analizar el significado del movimiento campesino a lo largo de 7 años de revolución y discutir el aporte que puede dar a los procesos de sobrevivencia.