Cuando en 1979 los Obispos latinoamericanos convocaron en Puebla a que todos los creyentes del continente aceptaran y asumieran “la causa de los pobres, como si estuvieran aceptando y asumiendo su propia causa, la causa misma de Cristo”, en Centroamérica vivimos una hora de gran efervescencia, de mucho sufrimiento, pero de cierta gloria para la causa de los pobres. Era el año en que se iba a producir en Nicaragua el triunfo de una larga lucha popular por la dignidad nacional desde el punto de vista de los pobres.
Porque se partía desde sus aspiraciones y desde su masiva participación en la lucha, la dignidad nacional llevaba consigo el compromiso de promover la justicia, de ir derribando los muros de la desigualdad, de ir recuperando la voz y la decisión libre de la mayoría de los pobres.