En los países pobres, la investigación se enfrenta no solamente a las limitaciones materiales impuestas por el subdesarrollo, sino también a ciertos mitos que la presentan como un lujo que solo pueden permitirse las universidades de los países industrializados. Sin embargo, la aceptación de estos mitos como verdades incuestionables implica de alguna manera la renuncia de los países pobres a la posibilidad de salir del subdesarrollo. Porque, si algo ha quedado sobradamente demostrado en las últimas décadas, es que la producción de conocimiento representa una condición indispensable para el desarrollo de los países y que, por lo tanto, el único lujo que no pueden permitirse las universidades de los países pobres es precisamente el de no hacer investigación.