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La grave crisis institucional que experimenta el área rural de Nicaragua es la que explica que, después de ocho años de paz, con una economía estabilizada y con la tenencia de la tierra más igualitaria en toda la historia del país, aún no se haya producido la reactivación económica y la reducción de la pobreza en el campo. Muchas zonas rurales se encuentran en el “peor de los mundos”: entre la desaparición de los viejos esquemas verticales que regían las transacciones económicas y la aparente imposibilidad de reemplazar estos moldes antiguos por estructuras viables, más mercantiles y cívicas. El autor de este artículo pretende mostrar que la construcción de redes de financiamiento para los pequeños y medianos productores rurales representa una vía para contribuir a la creación de instituciones rurales dinámicas y democratizadoras.